
Imagina una mañana,
Te despiertas, abres los ojos y algo no funciona... no ves la luz que acostumbra a colarse entre las rendijas de la ventana, cada mañana, acariciando suavemente las cortinas que escogió tu pareja. Esas que nunca te gustaron y que dijiste que eran tus favoritas porque sabías que eran su color favorito. Tampoco las ves, no las ves, sencillamente porque no ves nada.
Le agarras la mano a tu pareja, asustado, entre sollozos, como aquel gatito que adoptastes y se pasó toda la noche maullando en un rincón, tiritando.
Te lleva al médico, ninguno va a trabajar. Necesitas que te guie. A tí, que tantas cosas has conseguido, que siempre fuiste tan independiente, que conseguiste demostrar tanto a tu familia, a tus amigos, a tus profesores... y que lo hiciste a base de tanto esfuerzo.
Llegas demolido, llevas días llorando en casa... Ciego.
Has pedido una baja en el trabajo, te han comprendido sin dificultad, para ser honesto no sabes si podrás volver a trabajar dónde siempre. No crees que puedas volver a trabajar, te ves mermado, aislado, desolado. Agobiado por toda esa oscuridad que no te deja ver. A cada paso, te duelen las piernas de tantos golpes que te has dado al caminar por casa. Y aún no has salido de casa. ¿qué van a pensar ahí fuera?
Imagina que no puedes ver el cielo azul por la ventana, ni esos pájaros silenciosos que vuelan planeando rasgándolo.
Imagina que al caminar por la calle no te fijas en esa sonrisa bonita, esos ojos, o ese coche.
Imagina que no puedes leer este texto o ningún otro.
Imagina que te cortas el pelo bien cortito, cansado de que todo el mundo te lo coloque, porque se te ha escapado un mechón.
Imagina que intuyes las miradas curiosas de la gente al caminar por la calle, imagina.
Imagina porque es todo lo que queda, imaginar.

Imagina que te alegran tus paseos el sol en la cara, que calienta tu tez, el trinar de los pájaros, o perseguir con discreción a una mujer que habla por teléfono, unos cuantos metros, sólo porque te gusta la cascada de sonidos alegres en cada carcajada.
Imagina que tu pareja es aún más bonito/a, que descubres su piel, su rostro, su sonrisa, el terciopelo de sus lóbulos en las orejas, la suavidad de sus pies al contacto con los tuyos al acostarte cada noche.
Imagina que descubres la educación de las personas al ayudarte cada mañana, con una sonrisa, que no se ve, pero que se escucha con cada "buenos días", e imagina que tu descubres el placer de la gratitud en cada gesto.
Imagina que descubres el mundo en el que vives.
Imagina.
